Verónica González Suárez
Directora – Otro Rumbo Fundación
¿Has sentido ansiedad o depresión?
En un mundo en el que todos los días se nos alienta a evadir lo que sentimos, evitar el dolor y los momentos incómodos, buscamos desesperadamente mantenernos “bien” con “experiencias placenteras” que nos anestesien, y no tener que “sufrir” los vaivenes de la vida, ¿Cómo no pensar que podemos estar enfermo enfrentando estados de ansiedad o depresión sin saberlo o peor aún, disimulándolos sistemáticamente?
A lo largo de mi ejercicio profesional, esto me ha cuestionado por qué de muchas formas he observado esa necesidad casi obsesiva, que tenemos de huirle al dolor y lo que nos incomoda. Si te das cuenta, he escrito “tenemos”, sin considerarme una excepción a la regla, siendo consciente que yo no soy inmune a las circunstancias que me pueden afectar negativamente.
Hago alusión entonces a mi experiencia profesional y a la personal, para atreverme a plantear que esa postura de “huida de la realidad”, es la causante de muchos de nuestros “males”, entendiendo que definitivamente, “lo que se resiste persiste”.
Disfrazando lo que sentimos: Depresión – Ansiedad
Un buen ejemplo de esto, lo viví con un amigo con quien me reencontré hace un tiempo, después de varios años de no tener contacto. Él se encontraba desempleado y con todas las intenciones de ubicarse laboralmente en un lugar que llenara sus expectativas. En medio de una conversación, me dí cuenta que estaba un poco confundido y le ofrecí acompañarlo en ese proceso, al lado de otra de las inspiradoras de vida de Otro Rumbo Fundación, quien es experta en estos temas.
Trabajamos con mi amigo buscando ayudarle a definir desde sus conocimientos, habilidades y motivaciones, enfocándose en los lugares donde podía aplicar para un empleo, además de, asesorarlo en la organización de su hoja de vida.
En medio del proceso, me di cuenta que mi amigo llevaba alrededor de 6 meses sin tomar el medicamento para el trastorno de ansiedad y depresión que tenía diagnosticado, todo porque consideró que era “lo mejor para él”, además que, perfectamente podrían haber pasados 18 meses desde la última vez que había ido a seguimiento por psiquiatría.
Saber esto me marcó una alerta y le hice saber la imperiosa necesidad de retomar el seguimiento psiquiátrico y el tratamiento, por el riesgo que estaba viendo, por su decisión no consensuada con el especialista y por las circunstancias que venía atravesando.
Él se mostraba reticente con el tema de su tratamiento, evitaba responder cuando yo le preguntaba cómo se sentía realmente, no era capaz de sostenerme la mirada, sólo a veces me lanzaba una que otra frase con la que me daba a entender que estaba durmiendo mal, comiendo en exceso, tenía poca motivación, además, de que era evidente el sudor en su cuerpo y una que otra uña en “carne viva”, cuando nos reuníamos.
Lo más preocupante era que su actitud parecía disfrazar la ansiedad y el posible cuadro depresivo que yo estaba sospechando. Mi amigo se mostraba como una persona alegre, dicharachera y muy bromista, lo que le permitía pasar inadvertido ante cualquier persona, incluyendo su familia y amigos.
Lo único que pude lograr fue motivarlo para que iniciara proceso psicoterapéutico con una de mis colegas. Lamentablemente su estado emocional estaba en un punto muy crítico, manifestando ya ideas de suicidio.
Un día cualquiera transcurridas un par de semanas, mi amigo empezó a escribirme por WhatsApp, inicialmente con su tono dicharachero “habitual” y luego de unas líneas me dijo: “realmente necesito ayuda, ya las ideas de suicidio no se van”. En ese momento yo sabía que esto era urgente, de vida o muerte y lo convencí para consultar en un servicio de urgencias psiquiátricas.
Quedó hospitalizado unas semanas recibiendo trabamiento para regular su estado de ánimo y retomar su vida con mayor conciencia de su enfermedad y de lo necesario para lograr una vida tan tranquila y placentera como cualquier persona.
Luego de esta experiencia, mi amigo reconoció que aprender a pedir ayuda es vital, que es mucho mejor que hablar SIN VERGÜENZA de lo que piensa y lo que siente y que, en adelante, debe permitirse sentir sin juzgarse y tramitando los desafíos diarios de una manera más sana.
Escuchar Sin Vergüenza Nos Hace Crecer
Tengo que confesarlo: esta experiencia vivida con mi amigo me ha sacudido enormemente, porque acompañándolo, pude palpar más de cerca esa realidad que he visto con cientos de consultantes con poca o nula consciencia de enfermedad, quienes por resistencia a los tratamientos que requieren, han padecido consecuencias realmente serias para su salud.
Por tanto, la ansiedad y la depresión se disfrazan talvez, por falta de educación en salud mental, qué nos afecta y cómo nos podemos cuidar, gracias a esos juicios que nos hacemos a nosotros mismos soportados quizá, en los estereotipos de “vidas perfectas” que realmente no existen.
Desde Otro Rumbo Fundación seguiremos invitando a que Hablemos SIN VERGÜENZA de aquellos que vivimos, pensamos y hacemos, pero hablar SIN VERGÜENZA implica escuchar, compartir, ver y sentir a nuestros seres queridos a las personas con las que nos relacionamos y sobre todo a nosotros mismo.
Recuerda que la solución a nuestras dificultades empieza en nosotros, cada situación es un desafío y nosotros podemos acompañarte a que encuentres tu propia forma de ver la vida. Regálate Bienestar y solicita tu cita con uno de nuestros inspiradores de vida, con uno de nuestros profesionales en psicología.
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